miércoles, 9 de mayo de 2012

Soy Ammar Moussa luchando contra los israelitas

Porque sí, sabemos que tengo un problema con el abandono, pero si hay algo que me cuesta más que el abandono es el reemplazo. Palabra fuerte, si las hay.
Ser abandonado es desprenderse de un lazo, desajustarse el cinturón, sentirse inseguro. Cuando alguien me abandona me siento huérfana, perdida, sin tierra. Soy Ammar Moussa luchando contra los israelitas. Soy yo, entre la neblina buscando el camino de vuelta a ninguna parte. Ese es el abandono: una casa vacía y yo gritando el nombre de quién me abandono.
En cambio, el reemplazo es aún peor. Es un bosque sin neblina, donde claramente veo que no solo me han dejado a un lado, si no que lo hicieron por un propósito o mejor: por una persona. Que me abandonen y se retiren con las manos vacías, bien, podría entenderlo después de un intento de suicidio y 5 años de terapia, pero que me abandonen para irse con otra persona, eso JAMÁS. No voy a poder entenderlo, no pude entenderlo y no lo entiendo, ni quiero, ni pienso, ni nada. NO! Es una negación absoluta, el reemplazo es sinónimo de sofocación, de que me falta el aire, de que me puedo morir inmersa en convulsiones sin remedio alguno.

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